Fiat 500C: Haciendo historia al andar
La historia del Fiat 500 es, sin duda, una de las más interesantes del portfolio de la marca italiana. Desde su aparición en 1936, con los modelos que, luego, fueron bautizados popularmante como Topolino, pasando por la generación de 1957, hasta la gama actual, todos aportaron su granito de arena para darle forma a una prolongada serie de éxitos.
En la era moderna, el 500 es el modelo con el cual Fiat apuntaló su resurrección: luego de una profunda crisis que la tuvo al borde de la bancarrota, la compañía de Torino aplicó una estrategia sanadora en la cual este pequeño compacto fue el gran protagonista en el continente europeo.
Pero, ahora, se abre una nueva etapa: la adquisición de Chrysler significa para Fiat la posibilidad de diseñar nuevas estrategias a partir de la operación de las factorías y la estructura comercial de la marca norteamericana.
Parte de esos planes contemplan la producción del 500 en la planta mexicana de Toluca, un hecho que representa una buena noticia, no sólo para Fiat, por la optimización de la logística que le permitirá trasladar su producción desde ese país hasta los Estados Unidos, sino también para el público argentino que, gracias a los acuerdos de excención de aranceles que rigen entre la Argentina y la nación azteca, recibirá este destacado producto a un precio mucho más bajo que el actual: algunos trascendidos hablan de un valor que arrancaría en los 16.000 dólares. Si a este dato le sumamos que las primeras unidades del 500 “mexicano” llegarían a nuestro mercado entre los meses de septiembre y octubre del corriente año, se abre una gran expectativa para los amantes de la marca y de los autos en general: la posibilidad de que este eterno modelo escriba una parte de su historia en nuestro suelo.
Mientras tanto, los que no soporten la espera calmarán su ansiedad desembolsando varios miles más. Después de todo, para algunos, la primicia no tiene precio…
Esperando al “cuate”
Tomamos contacto con la vesión más costosa de la oferta disponible en la Argentina. Se trata del 500C, opción descapotable que tuvimos oportunidad de manejar cuando, en el mes de octubre de 2010, viajamos a París para cubrir el salón del automóvil, sólo que esta vez, en lugar de utilizar una caja robotizada Dualogic, estaba equipado con transmisión manual.
Se trata de un producto cuyas principales virtudes radican en una interesante respuesta dinámica, calidad de construcción sobresaliente para un modelo de su segmento y, sobre todo, una estética que, aunque remite a estilos de décadas pasadas, seduce por su impronta juvenil, que le aporta un look desenfadado.
La capota suma una cuota extra de glamour en este modelo, cuyo origen nada tiene que ver con la austeridad de los que iniciaron la saga.
El cobertor de lona se mueve a través de un sistema eléctrico que descubre el techo, operación que demanda unos 25 segundos. Del mismo modo que en los modelos de la década de 1950, la capota queda acomodada sobre la tapa del baúl (en aquella época, sobre el capó del motor), mientras que el arco del techo y los parantes se mantienen fijos: son parte de la carrocería. Lógicamente, ese detalle atenta contra la visibilidad por la luneta, aunque tampoco es buena con el techo desplegado.
El estilo retro que prevalece en el exterior también cubre el habitáculo. Volante, panel central, tablero, algunos comandos y hasta las manijas de las puertas siguen el modelo de la serie cincuentenaria. Los comandos de los alzacristales son modernos pero están mal ubicados.
La habitabilidad es de esta época. Las butacas delanteras son confortables y, aunque no brindan la mejor sujeción lateral, ofrecen regulación en altura.
Atrás, la habitabilidad está muy limitada: son dos las butacas, pero el espacio disponible no es suficiente para que dos adultos viajen con comodidad.
El equipamiento es muy completo. Entre otros elementos aparecen: climatizador, retrovisores eléctricos, Bluetooth, equipo de audio con CD, MP3 y auxiliar, volante multifunción, llantas de aleación y dirección asistida. En el rubro seguridad: cuatro airbags, control de tracción, faros antiniebla y ABS.
En la era moderna, el 500 es el modelo con el cual Fiat apuntaló su resurrección: luego de una profunda crisis que la tuvo al borde de la bancarrota, la compañía de Torino aplicó una estrategia sanadora en la cual este pequeño compacto fue el gran protagonista en el continente europeo.
Pero, ahora, se abre una nueva etapa: la adquisición de Chrysler significa para Fiat la posibilidad de diseñar nuevas estrategias a partir de la operación de las factorías y la estructura comercial de la marca norteamericana.
Parte de esos planes contemplan la producción del 500 en la planta mexicana de Toluca, un hecho que representa una buena noticia, no sólo para Fiat, por la optimización de la logística que le permitirá trasladar su producción desde ese país hasta los Estados Unidos, sino también para el público argentino que, gracias a los acuerdos de excención de aranceles que rigen entre la Argentina y la nación azteca, recibirá este destacado producto a un precio mucho más bajo que el actual: algunos trascendidos hablan de un valor que arrancaría en los 16.000 dólares. Si a este dato le sumamos que las primeras unidades del 500 “mexicano” llegarían a nuestro mercado entre los meses de septiembre y octubre del corriente año, se abre una gran expectativa para los amantes de la marca y de los autos en general: la posibilidad de que este eterno modelo escriba una parte de su historia en nuestro suelo.
Mientras tanto, los que no soporten la espera calmarán su ansiedad desembolsando varios miles más. Después de todo, para algunos, la primicia no tiene precio…
Esperando al “cuate”
Tomamos contacto con la vesión más costosa de la oferta disponible en la Argentina. Se trata del 500C, opción descapotable que tuvimos oportunidad de manejar cuando, en el mes de octubre de 2010, viajamos a París para cubrir el salón del automóvil, sólo que esta vez, en lugar de utilizar una caja robotizada Dualogic, estaba equipado con transmisión manual.
Se trata de un producto cuyas principales virtudes radican en una interesante respuesta dinámica, calidad de construcción sobresaliente para un modelo de su segmento y, sobre todo, una estética que, aunque remite a estilos de décadas pasadas, seduce por su impronta juvenil, que le aporta un look desenfadado.
La capota suma una cuota extra de glamour en este modelo, cuyo origen nada tiene que ver con la austeridad de los que iniciaron la saga.
El cobertor de lona se mueve a través de un sistema eléctrico que descubre el techo, operación que demanda unos 25 segundos. Del mismo modo que en los modelos de la década de 1950, la capota queda acomodada sobre la tapa del baúl (en aquella época, sobre el capó del motor), mientras que el arco del techo y los parantes se mantienen fijos: son parte de la carrocería. Lógicamente, ese detalle atenta contra la visibilidad por la luneta, aunque tampoco es buena con el techo desplegado.
El estilo retro que prevalece en el exterior también cubre el habitáculo. Volante, panel central, tablero, algunos comandos y hasta las manijas de las puertas siguen el modelo de la serie cincuentenaria. Los comandos de los alzacristales son modernos pero están mal ubicados.
La habitabilidad es de esta época. Las butacas delanteras son confortables y, aunque no brindan la mejor sujeción lateral, ofrecen regulación en altura.
Atrás, la habitabilidad está muy limitada: son dos las butacas, pero el espacio disponible no es suficiente para que dos adultos viajen con comodidad.
El equipamiento es muy completo. Entre otros elementos aparecen: climatizador, retrovisores eléctricos, Bluetooth, equipo de audio con CD, MP3 y auxiliar, volante multifunción, llantas de aleación y dirección asistida. En el rubro seguridad: cuatro airbags, control de tracción, faros antiniebla y ABS.
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